Vistas de página en total

martes, 5 de febrero de 2013

¿Quién manda en casa?

Aunque la respuesta a esta pregunta parece evidente, hoy en día los papeles correspondientes a cada uno de los miembros de la familia están empezando a intercambiarse; ya no son papá y mamá quiénes tienen el control en casa, sino que cada vez son más los propios niños quiénes dominan la situación.



Por este motivo, no debemos olvidar la importancia de que la autoridad recaiga sobre los padres, ya que son estos quiénes poseen los conocimientos necesarios para guiar el desarrollo integral y armonioso de sus hijos.

Pero... ¿cómo conseguirlo?

Primero de todo, debemos partir de la base de que el desarrollo del niño es como ir subiendo una escalera; pero para llegar hasta arriba, debemos ir peldaño a peldaño. Cada uno de estos peldaños representa un momento del desarrollo que precisa de un periodo de tiempo determinado para su madurez. 

Uno de los aspectos más importantes es recordar que no es necesario explicar detalladamente el por qué de cada una de las órdenes que les damos a nuestros hijos.

Las primeras órdenes deben de aparecer al mismo tiempo que las primeras muestras de autonomía por parte del niño (principalmente la capacidad de andar). Estas órdenes deben ser sencillas e iran aumentando en su complejidad a medida que el pequeño vaya creciendo. Por ejemplo: 

- Guardar juguetes y objetos personales, comer sólo, lavarse y secarse las manos, ayudar en gestiones muy simples como traer cubiertos, servilletas, pan y otras que no entrañen el peligro de romperse.

Es importantísimo que todo ellos vaya acompañado del refuerzo positivo y la alabanza: "¡Muy bien, genial, eres un campeón!".

Igual de importante es reforzar como corregir. El castigo siempre ha estado presente para poner remedio a las conductas inadecuadas pero este es sólo realmente efectivo cuando es empleado de manera simbólica. Por ejemplo, ponerlos cara a la pared tres segundos para niños muy pequeños y repetir con voz firme y clara sin gritar, mirando siempre a la cara la acción a corregir: "Una, dos y tres, no se pega".

Cada padre empleará la técnica de castigo que considere más eficaz para sus hijos, recordando siempre que el castigo es un acto de amor y no de rechazo hacia el niño.





















1 comentario: